Las renovables y su efecto global respecto a su impacto local
En una situación de emergencia climática, junto con el señalamiento de problemas deberíamos aportar soluciones y, sobre todo, aceptar que cualquier actuación tiene consecuencias e impactos y que es preciso adoptar decisiones difíciles y optar entre una alternativa mala y otra peor.
De la complejidad del cambio global destacaría como prioridades la crisis climática, la crisis energética y la crisis de biodiversidad.
El paisaje y sus conflictos corresponde a otro orden de prioridades. Lo que hoy vemos y apreciamos como valores superiores del mundo rural visible es el resultado de un proceso antrópico de sometimiento del medio a las necesidades e intereses de la comunidad residente. En cada comarca lo han hecho de forma diferente y además ha experimentado cambios muy notables en los últimos años.
Se han construido carreteras, autovías, antenas repetidoras, cambios de materiales en las construcciones… Pero las instalaciones que expresan la respuesta de la humanidad ante la crisis climática y energética no queremos verlas. El significado otorgado por los observadores a las instalaciones renovables y a los tendidos eléctricos es, hoy por hoy, mayoritariamente negativo.
La crisis climática exige una respuesta rápida en la reconversión del sistema energético para reducir cuanto antes las emisiones de gases de efecto invernadero. La crisis energética reclama una reducción sin tardanza de la dependencia energética de fuentes externas (fósiles). La crisis de pérdida de biodiversidad, por su parte, demanda una visión ecosistémica compleja que tenga en cuenta todos los factores y dimensiones, también los microbiológicos.
La planificación territorial es un instrumento potente para tratar de conjugar múltiples factores y optimizar decisiones de ordenación de usos y actividades en un modelo estructurado por redes infraestructurales. Es posible optimizar la ordenación espacial de emplazamiento de renovables e instalaciones del sistema eléctrico de transporte, conjugando diversos factores, también los correspondientes a los ecosistemas y la biodiversidad. Sin embargo, es muy difícil lograr que no se vean, son estructuras muy visibles (especialmente aerogeneradores de gran tamaño y torres de alta tensión).
En España esta competencia es exclusiva de las Comunidades Autónomas. Sin embargo, el PNIEC y el funcionamiento del sistema eléctrico es de competencia de la Administración General del Estado. Está aceptado de forma mayoritaria que la generación de electricidad de fuentes renovables y el sistema eléctrico deben ser capaces de dar respuesta a los objetivos de descarbonización del PNIEC. Incluso hay grupos sociales que piden más ambición en la reducción de emisiones mediante la reducción del consumo y del uso de combustibles fósiles.
Según las previsiones del PNIEC, para cumplir el objetivo de reducción de gases de efecto invernadero del 23% habría que contar con unos 111.000 megavatios de renovables instaladas en 2030, la mitad eólica y un 40% fotovoltaica, que generarían 257 TW-h al año, la mayor parte de fuente eólica. Este objetivo supone instalar 27.000 megavatios eólicos adicionales a los existentes y 34.000 megavatios fotovoltaicos. Los parques eólicos aportan más al sistema eléctrico que las plantas fotovoltaicas. Si el escenario fuera más parecido a lo que deseamos algunos, se reduciría el consumo final y habría mayor participación del sistema eléctrico alimentado con renovables en el sistema energético total.
En este esquema es importante impulsar, apoyar, promover las soluciones de autoconsumo y generación distribuida. Integrar en el mismo lugar generación y consumo tiene diversas ventajas; también tiene alguna desventaja, necesitamos mayor cantidad de materiales y consumo de energía por unidad de energía disponible que si proviniera de grandes plantas fotovoltaicas, también necesitamos mayor esfuerzo en almacenamiento en baterías. Aun así, es una solución preferible y prioritaria. Según el trabajo del Observatorio de Sostenibilidad, si se aprovecharan al máximo las cubiertas y tejados de España podríamos generar unos 16 TW-h al año, el 6,25% de la previsión de generación renovable para 2030.
Pero el cambio de lógica del sistema centralizado no termina en el autoconsumo. Podemos sacar el máximo provecho de las comunidades energéticas locales. Pueblos, barrios, polígonos industriales, podrían (y deberían) integrar soluciones colectivas de generación y consumo que funcionarían conectadas a la red, pero con criterio de autosuficiencia. Todas estas soluciones las englobamos en el concepto de autosuficiencia conectada. El país debería hacer un gran esfuerzo en esta línea y asumir como objetivo que las comunidades energéticas absorban un 20% de la energía consumida.
A pesar de estos buenos propósitos, nos quedaría por resolver la generación renovable del 75% de 256 TW-h al año para lograr el objetivo de descarbonización y de soberanía energética. Este objetivo no es alcanzable sin la instalación de decenas de miles de megavatios en parques eólicos y en plantas fotovoltaicas, además de otras tecnologías renovables. Planificar con planes de ordenación territorial este despliegue supondría un reparto del compromiso estatal en 17 cupos autonómicos relacionados con los niveles de consumo de cada territorio. Una vez fijado este cupo de generación renovable en grandes instalaciones y el desarrollo de la red de transporte, habría que abordar el proceso de elaboración y tramitación de los planes. Según la experiencia adquirida en treinta años de planificación territorial no sería posible disponer de estos instrumentos antes de cinco años.
¿Podemos esperar cinco años a disponer de marco de ordenación espacial para empezar a autorizar las instalaciones industriales de renovables y sus tendidos? Pienso que no nos queda otra opción que centrar todo el esfuerzo en mejorar el proceso de evaluación ambiental de los proyectos y exigir la máxima contribución de los mismos a la mejora de la biodiversidad y a la colaboración de los nuevos operadores rurales con los intereses estratégicos de las comarcas donde se implantan. No obstante, opino que en este difícil ejercicio la visualización de las instalaciones no puede estar al mismo nivel que la afección a la biodiversidad o a procesos ecosistémicos de cualquier tipo.
En este sentido, hay que recordar que la mayor superficie ocupada será por plantas fotovoltaicas que es un uso del suelo reversible y que durante el periodo de vida útil la planta debe ser responsable de recuperar la biodiversidad microbiológica dañada por el uso intensivo anterior de agroquímicos y lograr que al final del periodo de vida útil, se recuperen la mayor parte de los materiales utilizados y haya mejorado en nivel de biodiversidad respecto a la situación de partida. Para las plantas fotovoltaicas emplazadas en zonas próximas a zonas de aves esteparias, las empresas gestoras deben contribuir a su mejor conservación mediante la compra de cosecha de las parcelas cultivadas donde haya indicios de nidificación.
En resumen, la reconversión del sistema energético es una operación compleja, donde la reducción de consumo debe basarse en el reacoplamiento ciudad y territorio, en la rehabilitación energética de edificios, en la autosuficiencia conectada (autoconsumo y comunidades energéticas), en la movilidad colectiva y en la revisión profunda de la tecnología industrial y de servicios. Junto a esta contracción del sistema energético es preciso promover una gran reconversión hacia el sistema eléctrico, la generación renovable y el almacenamiento, que no queda más remedio que afrontarla con criterios de resolución de buena implantación de cada proyecto, minimizando la afección sobre la biodiversidad (fauna, flora y microbiología); pero considero que el cambio en el paisaje debe centrarse en el cambio de significado de las instalaciones que se ven y no en su rechazo, eliminación u ocultamiento.
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