Los siete pecados capitales del comercio electrónico por su impacto ambiental
Ante el auge del comercio electrónico, Conama 2020 ha creado por primera vez un comité técnico dedicado a analizar los efectos ambientales de este fenómeno.
La pandemia ha propulsado el comercio electrónico, pero la tendencia ya viene de antes. No todas las compras por Internet son iguales, la forma en la que adquirimos un producto tiene un impacto ambiental muy diferente. Ante el avance de este nuevo hábito de compra, el Congreso Nacional del Medio Ambiente ha creado por primera vez un comité técnico dedicado a analizar los efectos ambientales y sociales del comercio electrónico.
Este grupo de expertos de los sectores de la logística, la movilidad, organizaciones de consumidores o gestores de residuos, lleva más de un año trabajando para identificar los impactos ambientales del e-commerce, así como posibles soluciones, que presentarán y debatirán en Conama 2020, programado del 31 de mayo al 3 de junio.
Los coordinadores de este grupo de trabajo, Marta Seoane y Eduardo Perero, de Fundación Conama, nos hacen un avance de los principales problemas que plantea la compra por Internet.
1) El envío ‘superurgente’. Cuando se pide un producto por Internet para que llegue en la próxima hora, o en dos, o en 24, la logística se multiplica, haciendo que la ciudad se llene de camiones de reparto que muchas veces transportan aire, pues no da tiempo a organizar los pedidos para hacer envíos múltiples. Esto aumenta la congestión en la ciudad, y por tanto las emisiones.
2) Sobreembalaje. Al embalaje estándar del fabricante del producto se añade en muchas ocasiones el que añade la plataforma de compra. Se tratará, por ejemplo, de una caja de cartón sobredimensionada, o de bolsas de aire para que el producto no se mueva. Esto añade más residuos al sistema.
3) Devoluciones. En la mayoría de las ocasiones, las devoluciones por una compra on-line son gratuitas. Esto, que sucede sobre todo con la adquisición de ropa o zapatos, mete presión en la logística inversa, la que va de las casas hacia los centros de reparto, pues aumenta de nuevo los viajes, y con ello la contaminación.
4) Derecho del consumidor vulnerado. Cada vez que compramos un aparato eléctrico o electrónico, la tienda tiene obligación de recoger el antiguo que tengamos (y aunque no compremos nada, también). Esta información en general es desconocida. En la venta on-line es lo mismo, solo que hay que solicitarlo en el momento del pedido, y muchas veces esta información está poco visible y no existe una comunicación sobre ello. De este modo el derecho del consumidor se vulnera y se resta eficacia a la gestión de este tipo de residuos.
5) Competencia desleal
Los fabricantes de productos que se ponen en el mercado como envases o aparatos eléctricos y electrónicos deben, por ley, pagar una contribución para gestionar el residuo que generan con ese producto. Se trata de un sistema de responsabilidad colectiva. Ahora bien, ¿cumplen con esa responsabilidad las plataformas de comercio on-line? En muchas ocasiones, no. Esto significa menos fondos para sufragar el sistema colectivo, competencia desleal y mayor impacto ambiental.
6) Precarización laboral. Nos parece importante señalar esta derivada del comercio electrónico tal y como se está desarrollando. A pesar de que no todas las empresas de mensajería son iguales, el hábito de comprar on-line sin saber qué sucede detrás ha extendido y generalizado la precariedad laboral de los ‘riders’, las personas que entregan la compra. Recordemos que los envíos son muy baratos y las devoluciones gratuitas.
7) Impacto urbano del comercio electrónico. A medida que se extiende la compra por Internet, la desaparición de tiendas físicas condiciona la funcionalidad de la ciudad. Este impacto del comercio electrónico aún está por definir.